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Jack el Destripador y un gaitero

Jack el destripador

Jack el Destripador es el asesino más famoso de la historia. A este dudoso personaje de finales del siglo XIX se le atribuyen los asesinatos de al menos cinco mujeres.

Los crímenes se sucedieron entre agosto y noviembre de 1888 (el Otoño del Terror) en el barrio londinense de Whitechapel. Fueron actos aberrantes que incluyeron desfiguración, mutilación y evisceración de las víctimas. El asesino usó un cuchillo de hoja larga y afilada.

El Destripador atacaba de noche en alianza con la oscuridad de las calles laberínticas y los estrechos callejones del barrio. Whitechapel era un lugar terriblemente depauperado, abarrotado de trabajadores extenuados, gentes sin hogar y edificios destartalados envueltos en una neblina permanente de suciedad industrial.

Jack el destripador

Jack el Destripador: Asesino de prostitutas

Las víctimas de Jack el Destripador fueron prostitutas que malvivían en Whitechapel. O bien el asesino era un misógino que odiaba a muerte a las mujeres; o bien atacaba a prostitutas porque eran las víctimas más vulnerables. O, lo más probable, ambas cosas a la vez.

Las cinco víctimas llamadas canónicas fueron: Mary Ann NicholsAnnie ChapmanElisabeth StrideCatherine Eddowes y Mary Jane Kelly. Existe una víctima anterior a las cinco oficiales, Martha Tabram, que tiene muchas papeletas para haber sido la primera mujer asesinada por Jack.

Las prostitutas atacadas compartían un perfil claramente definido: eran mujeres blancas que habían tocado fondo. Su vida era un infierno de alcohol, violencia, enfermedad y miseria. Su única opción de pasar la noche bajo un techo, o de conseguir un anhelado vaso de ginebra o cerveza que llevarse a la boca, era vender su cuerpo a cambio de unas monedas. Tenían entre 24 y 45 años y todas ellas encontraron la muerte en un área de 1 km. a la redonda.

Crímenes atroces

Todas las víctimas fueron acuchilladas en plena calle excepto la última, Mary Jean Kelly, a la que Jack atacó en el modesto cuchitril en el que dormía. Este último asesinato fue el colofón a la breve pero despiadada carrera criminal del asesino victoriano.

En cuando Jack el Destripador se encontraba a solas con su víctima, le segaba la vida de inmediato cortándole el cuello. No actuaba de esa manera para ahorrarle un sufrimiento innecesario, sino para acallarla y evitar que diese la voz de alarma o se defendiese.

El asesino no se contentaba con solo matar, sino que sometía los cadáveres a una horrorosa carnicería a punta de cuchillo. Desde el rostro hasta el sexo, pasando por los pechos y los órganos internos, el diablo de Whitechapel deshumanizó, profanó y humilló a estas mujeres de forma espeluznante.

Martha Tabram (quizá la primera víctima, aunque no forma parte de las cinco oficiales) recibió 39 puñaladas en el cuerpo. A Mary Ann Nichols le vació los intestinos. Annie Chapman fue hallada con el abdomen completamente abierto. A Catherine Eddowes prácticamente le separó la cabeza del cuerpo. Y a Mary Jane Kelly le arracó el corazón de entre las costillas para llevárselo como trofeo. Estos son sólo algunos ejemplos de la brutalidad sanguinaria a la que se entregó esta mala bestia.

Infinidad de sospechosos

En Londres en general, y en Whitechapel en particular, había muchos inmigrantes judíos rusos y polacos. Sobre ellos recayeron la mayoría de las sospechas. El antisemitismo ya estaba muy en alto en Europa a finales del s. XIX.

Se acusó sucesivamente a un zapatero judío; a un carnicero también judío; a un barbero polaco; a varios enfermos mentales igualmente judíos; e incluso a un actor de teatro cuya transformación en el escenario de Dr. Jekyll a Mr. Hyde era especialmente impactante. También el pintor Walter Sickert se ganó las sospechas de algunos riperólogos por lo macabro de los cuadros que pintaba.

¿Una conspiración real?

Entre todos los sospechosos, el de mayor caché fue el príncipe Alberto Víctor, sobrino de la reina Victoria. Según una teoría, Alberto Víctor padecía sífilis y esta afección lo había enloquecido. La familia real, conocedor que él era el asesino que se escondía detrás de Jack el Destripador, lo habría ingresado en un sanatorio. Pero lo cierto es que Alberto Víctor no se encontraba en Londres cuando se cometieron los feminicidios.

William Gull, médico de la familia real, también se hizo popular en los años 70 del s. XX por su posible implicación en las carnicerías. Una variante de la teoría de la Conspiración Real afirma que el príncipe Alberto Víctor habría tenido un hijo bastardo secreto con una joven católica. Al enterarse, la reina Victoria habría dado orden de separar a la pareja del retoño. El papel de Gull habría sido borrarle la memoria al príncipe Alberto Víctor mediante algún pantanoso procedimiento quirúrgico cerebral.

Gull se habría encargado también de silenciar a las mujeres que podían estar enteradas del hecho: Mary Jane Kelly, Mary Ann Nichols, Elisabeth Stride y Annie Chapman. El asesinato de Catherine Eddowes, por contra, habría sido un error. Y el crimen de Martha Tabram no entraría en esta ecuación.

Jack el Destripador: Caso abierto

En su investigación la Policía inglesa no hizo más que dar palos de ciego, para indignación de los habitantes de Londres y de la propia reina Victoria. Los investigadores incluso recurrieron al asesoramiento de médiums y espiritistas. Incluso reclutaron a dos perros sabuesos supuestamente expertos en cazar criminales. Los éxitos fueron nulos y el desprestigio de los agentes de la ley alcanzó cotas muy altas.

El escritor Arthur Conan Doyle incluso tuvo cierto protagonismo en el caso, pero no como sospechoso. Su papel se restringe a impulsor de la teoría de que el asesino podría ser una mujer, a ka que se bautizó como Jill la Destripadora. Finalmente, el caso quedó sin resolver y todo indica que jamás se conocerá quien fue el monstruo que se escondía detrás de unos crímenes tan crueles.

Jack el Destripador no fue el primer asesino en serie. Ese dudoso honor lo ostenta el noble francés del s. XV Gilles de Rais. Pero Jack sí fue el primer asesino en serie que permeó a la cultura de masas. Es el padre del true crime y de esa prensa sensacionalista que gusta de escarbar en el morbo y la truculencia a costa de la verdad contrastada.

La figura del Destripador también supuso un punto de inflexión en la ciencia criminalista/forense. Por ejemplo, el concepto de preservar sin alterar la escena del crimen era algo que no se llevaba a cabo y se añadió al protocolo policial a raíz del Otoño del Terror. Además, entre 1888 y 1897 muchos inmuebles inhabitables fueron derribados o reconstruidos en Whitechapel en respuesta a los horripilantes crímenes.

Fuente: JACK EL DESTRIPADOR – EL DIABLO EN WHITECHAPEL, de Sergi Rodríguez Ibarra. Ed. PRISANOTICIAS COLECCIONES: EMSE EDAPP. Barcelona, 2021.

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